Ya lo sé, que la cosa va de curas, pero cuando he oido mencionar al Padre Manjón en clase he recordado algún busto suyo que hay en mi ciudad de nacimiento (Burgos) y he recordado que era burgalés y no he podido evitar ampliar un poco la información sobre él.
PADRE MANJÓN

El
Padre Manjón fue un gran pedagogo del siglo XX. Por eso muchos centros
en toda España llevan este nombre.
Andrés Manjón y Manjón nace en Sargentes de la Lora (Burgos) el 30 de noviembre
de 1846 hijo de Lino y Sebastiana Manjón, una familia de origen humilde.
Es educado por su tío, párroco de Sargentes, y por su madre, quien lo
indujo a ir a la escuela y recibir la enseñanza básica.
Aunque él
era reticente a ir a la escuela, siempre demostró grandes cualidades
para el estudio, cosa que sus padres y su tío vieron y deciden guiar sus
pasos hacia el sacerdocio. Así que en verano de 1858, Andrés comienza
los estudios de latín. Fueron unos años difíciles debido a la dureza con
que se aplicaban sus profesores con él, así que Andrés tuvo tentaciones
de volverse al campo.
No obstante, en 1861, su tío lo lleva al
Seminario de Burgos, donde tras mucho trabajo y enfrentamientos, supera
el primer curso con excelentes calificaciones. Sus sucesivos estudios
fueron de Filosofía y Derecho, también con un resultado magnífico.
A
los 26 años, terminados los estudios, llega a Valladolid, donde ejerce
la docencia por poco tiempo. En la Universidad de Salamanca ocupa la
Cátedra de Derecho Romano. En 1874 llega a Madrid al Colegio San Isidoro
y continuó sus estudios en la academia de Jurisprudencia y Legislación.
En 1878, gana por oposiciones la Cátedra de Disciplina Eclesiástica en
la Universidad de Santiago de Compostela. En 1880, y tras una vacante,
le conceden la misma Cátedra en la Universidad de Granada, ciudad en la
que vivirá el resto de sus días.
Es elegido por el Cabildo de la
Abadía del Sacro Monte para dar la asignatura de Derecho Canónico y por
entonces decide encaminarse al sacerdocio. El 19 de junio de 1885 se
ordena sacerdote y es nombrado canónigo de la Abadía.
Un día, a
finales de 1888, cuando pasaba ante una de las cuevas en el Sacro Monte,
oyó a unos niños recitar el Ave María, lo que le llevó a iniciar su
obra pedagógica con aquellos niños, acompañando en un principio a la
maestra que les enseñaba. Allí mismo funda las Escuelas del Ave-María,
su obra capital, a las que les dedica todo su dinero, su empeño y su
tiempo. Allí comenzó Don Andrés Manjón su obra revolucionadora de los
métodos pedagógicos.
El proyecto avemariano lo trasladó a su
pueblo natal. En 1918 había escuelas del Ave-María en 36 provincias
españolas. A lo largo de su vida, se abrieron unas 400 escuelas por todo
el mundo. Fundó, además, el “Seminario de Maestros” para formar a los
futuros responsables de las escuelas del Ave-María: "no hay escuela sin
maestro". Manjón daba mucha importancia a la formación de los maestros,
pues decía que el maestro podía ser formador o deformador de caracteres.
La inauguración del seminario de maestros tuvo lugar el 12 de octubre
de 1905. Fue una obra muy querida por él.
Durante los primeros
años de su estancia en Granada escribe un tratado sobre Derecho
Canónico, considerado uno de los mejores de su época. Escribe, a lo
largo de su vida, muchas obras (más abajo se señalan algunas) de
carácter pedagógico, al servicio de la educación y de su ministerio
sacerdotal, con un estilo carente de florituras, sin alardes de erudito.
Todos ellos están llenos de sencillez y claridad.
En 1900 es
nombrado Hijo Predilecto de Granada y en 1909 Hijo Predilecto de la
Provincia de Burgos. Su humildad hacen que no asistiera a ninguno de
estos actos. Don Andrés mereció los elogios como persona responsable,
sencilla y seria desde su juventud, fue profesor concienzudo y sacerdote
humilde y ejemplar. Su personalidad sobria, hizo que los honores que en
vida le rindieron, no hiciesen mella en él.
Muere Don Andrés el
10 de julio de 1923 y es enterrado en una sencilla cripta en la capilla
de la Casa Madre del Ave-María. En su lápida están escritas las letras
“A M” que rubrican su vida humilde y sencilla.
Propuso los remedios siguientes a las dificultades sociales de la época:
"Contra la suma ignorancia, la instrucción hasta donde se pueda"
"Contra la extrema pobreza, el socorro hasta donde se pueda".
"contra la desmoralización de la familia, la recta constitución y ordenación de esta".
"Contra el escándalo público, la influencia de una moral severa y del buen ejemplo".
"Contra los males inveterados y profundos, remedios seculares y radicales"
Sus principios pedagógicos eran :
"El
fin de las escuelas del Ave-María es educar enseñando; tiene por fin la
educación y por medio la enseñanza. Para obtener dicho fin, se procura
que la enseñanza sea en sí o por los modos y medios, higiénica o
campestre, infantil o juvenil; práctica o por hechos; humana o según
pida la naturaleza del hombre; libre o exenta de todo secuestro en
contra de la voluntad de los hijos o padres; patriótica; cristiana para
los hijos de cristianos; gratuita para el pobre; popular o en relación
con la masa del pueblo; paternal o en prolongación de la familia; común u
ordinaria, no extraordinaria ni singular; social o apoyada en la
sociedad y fomentadora de vínculos sociales; y coeducadora o procediendo
de todos los educadores posibles."
La pedagogía de su tiempo:
A
finales del siglo XIX y a comienzos del XX, tienen lugar cuatro sucesos
relevantes para la pedagogía europea: la escuela activa, las tendencias
hacia una mejor educación cívica, la tutela de la juventud y el
movimiento novel.
La idea fundamental de la escuela activa la dio
a conocer Pestalozzi, influenciado por la filosofía de Kant y Fichte,
la empezó a aplicar en los jardines de infancia, intentando que fuese
despertándose la actividad propia del niño en diversos sectores. Pero el
impulso de la escuela activa vino de la mano de la educadora italiana
María Montessori y del alemán Kerchensteiner, el cual trató de aplicarla
en los institutos de Munich, oponiéndose a la ‘escuela libresca’ que
dominaba hasta entonces.
Kerchensteiner definió que la escuela
activa es aquella que ‘mediante sus métodos y con todos sus
procedimientos de actuación realiza en el orden práctico los valores
culturales inmanentes de los elementos de la cultura’, o lo que es lo
mismo, la escuela activa es para él ‘la escuela de la elaboración
autónoma de los elementos de cultura’ y propone que debe ponerse al
servicio de la educación cívica.
La educación cívica sufrió un
impulso en el cambio de siglo, educación que convertía a los jóvenes en
ciudadanos, había quedado relegada a último término a partir del
advenimiento del absolutismo. La pedagogía de la época de las luces,
tendía a liberar a los hombres del dominio de las autoridades políticas y
eclesiásticas, y a asegurarles los derechos que como hombres poseían.
Sin embargo, los períodos de reacción del siglo XX fueron desfavorables
para el desarrollo de este sector de la educación, ya que no se querían
‘ciudadanos’, sino ‘súbditos obedientes’.
No obstante, a finales
del siglo XIX, pareció producirse una transformación en lo referente a
la educación cívica, en especial, a partir de 1872, cuando tuvo lugar
una conferencia escolar en la que Federico Guillermo se pronunció a
favor de una enseñanza elemental de carácter social. En 1889, hizo un
escrito que suscitó gran interés y atención, llamado “la enseñanza de
carácter social, complemento necesario de la enseñanza de la historia”.
Los
pedagogos de la época, hablaban de un ‘desierto de la juventud’, que
iba de los 14 a los 20 años, etapa peligrosa, pues era el momento de
abandonar la escuela e ingresar en el ejército, quedando la juventud
abandonada, sin disfrutar de la tutela educadora de ninguna clase. Este
mal se pretendió remediar con la tutela política de la juventud.
Se
hizo cada vez más necesaria la preocupación del Estado por la juventud,
ya que las iglesias se habían hecho cargo de la misión educativa desde
mediados del siglo XIX hasta entonces, pero se iba apartando con mayor
frecuencia a la iglesia por parte de amplios círculos populares. Esto
contribuyó a la tutela política de la juventud, aunque no con el
carácter neutral y antipartidista que se deseaba, pues estaba de
antemano inspirada por la idea de lucha contra la democracia social,
exponiéndose en numerosas ocasiones a la violencia de ciertas medidas de
policía. Además, la tutela política de la juventud, recibió un cierto
carácter militar, ya que la mayoría de sus jefes eran oficiales del
ejército, matiz militarista de la educación que aumentó en grado
considerable durante la Primera Guerra Mundial.
Independientemente
de esta ‘tutela de la juventud’ dirigida por adultos, se desarrolló
desde finales del siglo XIX un movimiento juvenil, debido a la libre
iniciativa de los jóvenes mismos. En este movimiento se expresaba un
sentido romántico de la juventud, se insinuaba hostilidad a la vida de
la gran ciudad, un cierto sentido revolucionario contra la casa paterna,
la escuela y la violencia, proclamando el derecho de la juventud a una
existencia más ponderada, a una especie de ‘cultura juvenil’. El
movimiento mostró tendencias bastante útiles que la escuela no sólo
soportó, sino que además llegó a fomentar.
A medida que los
individuos afiliados a dicho movimiento crecían en edad, la tendencia se
transmitió también a la juventud que estudiaba en las universidades. Se
planteó la autoeducación a partir de la asamblea de Meissner, donde se
puso de manifiesto que “la juventud libre quiere formarse su vida por su
propia determinación y con vistas a una responsabilidad personal.”
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